miércoles, 4 de julio de 2012

sobre turbas y personas


ruiseñor común con su prole

“-Pensaba que míster Cunningham era amigo nuestro. Hace mucho tiempo tú me dijiste que lo era.
-Y lo sigue siendo.
-Pero anoche quería hacerte daño.
Atticus dejó el tenedor al lado del cuchillo y apartó el plato.
-Fundamentalmente, míster Cunningahm es un buen hombre-dijo-: tiene nada más sus pequeñas taras, como todos nosotros.
Jem tomó la palabra.
-No digas que eso sea una pequeña tara. Anoche, al llegar allá, habría sido capaz de matarte.
-Es posible que me hubiese causado alguna pequeña lesión -convino Atticus, pero, hijo, cuando seas mayor entenderás un poco mejor a las personas. Una turba, sea la que fuere, está compuesta siempre por personas. Anoche míster Cunningham formaba parte de una turba, pero, con todo, seguía siendo un hombre. Todas las turbas de todas las ciudades pequeñas del sur están compuestas siempre de personas a quienes uno conoce…Aunque esto no hable mucho a favor de ellas,  ¿verdad que no?
-Yo diría que no -contestó Jem.
-Y resulta que se precisó una niña de ocho años para hacerles recobrar el buen sentido, ¿no es cierto? –dijo Atticus-. Ello demuestra una cosa: que es posible detener a una cuadrilla, simplemente porque continúan siendo seres humanos. Hummm, quizá necesitamos una fuerza de policía compuesta por niños…Anoche vosotros, chiquillos, conseguisteis que Walter Cunningham se pusiera dentro de mi pellejo por un minuto. Con esto bastó.
Confié en que, cuando fuese mayor, Jem entendería un poco mejor a las personas; yo no las entendería nunca.”

Matar un ruiseñor. Harper Lee.
Ed. Círculo de Lectores

Todas las culturas rurales tienen sus aves sagradas, entre ellas los ruiseñores, las golondrinas o las cigueñas. A Atticus y su prole, niña y niño, de una zona rural estadounidense por los años 50 le parecen también sagradas todas las vidas humanas, ya sean blancas o negras. La mirada fresca y libre de una niña y un niño de su época es muy verdadera, y también diferentes.

1 comentario: