miércoles, 10 de octubre de 2012

diálogo de una niña y su padre


Con toda palabra, Lhasa de Sela

 

"- Los... recortes... hacen... la - escuela... pequeña.

Mi hija está aprendiendo a leer, y ahora lo lee todo, hasta la etiqueta del champú. Y es difícil dejar de ver alguna de las pancartas que cuelgan de las paredes de todos los colegios por delante de los cuales pasamos.

- Papá, ¿qué son los recortes?, con ése énfasis en la última palabra que los niños saben poner cuando quieren que les des una definición.

Ja. Eso. Nada menos.

- Recortes viene de recortar. En este caso están hablando de recortes de dinero. De que les están dando menos dinero a las escuelas.

Ella asiente en silencio y antes de que lance la siguiente pregunta, obvia, continúo:


- ¿Te acuerdas, A., de cuando papá fue a luchar
contra los malos? Tengo la tentación de añadir: "pues perdimos", pero pienso que la amarga afirmación, mitad irónica mitad realista, no puede ser asimilada por su infantil mirada. Tomo aire y prosigo: Los malos están haciendo muchas cosas malas. Nos están quitando dinero de las escuelas, de los médicos, de los científicos - mi hija sabe que yo soy científico; no acaba de entender muy bien qué quiere decir, pero sabe que investigo cosas y hago inventos para que la gente viva mejor. Siempre pronuncia la palabra "científico" con un énfasis especial, como si llevara otro acento en la "e": ingenuo orgullo filial.

- Pero, ¡¡no es justo!! - su grito es casi un lloro - ¿Porqué hacen estas cosas tan malas los malos?"



Este es un retazo de la conversación que tiene Antonio Turiel con su hija A. en sus caminatas del colegio a casa. Hablan desde su propia realidad sobre los recortes del colegio, los bancos, los políticos, la sostenibilidad energética, la economía, la televisión, la vida, etc. con las preguntas que ella le va haciendo al padre. Me hace pensar en lo mío.
Me imagino a mí mismo contándole mi mirada del mundo a mi hija, respondiendo sus preguntas curiosas sobre su realidad, interrogándome a mí mismo y mirando de frente mis propias ideas, deseos, dudas, miedos. Escuchando lo que tiene que decir, escuchándome a mi mismo, en un diálogo infinito de ida y vuelta, entre su mundo y el mío, mi propio mundo interno y lo que muestro. Me imagino una conversación apasionante, sin camino prefijado, con horizontes infinitos.
 

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