miércoles, 29 de agosto de 2012

alcazaba

la vereda de la estrella desde la Alcazaba este invierno
Ando por el sur estos dias de fin de agosto y tenía en mente irme unos dias a patear mi querida sierra nevada, con la idea de dormir en la alcazaba, una montaña que me atrae epecialmente por su presencia y soledad. Me decidí a rodearla subiendo por la vereda de la estrella, un camino muy conocido. Empecé a la medianoche, cargando mi pesada mochila, a la luz de las estrellas y del frontal, en soledad pensativa, como a mi me gusta.

cumbre alzazaba en enero de este año
Esa primera noche dormí de vivac en la zona de las minas, unas dos horas de pateo. Y bien temprano, me puse a caminar el sendero que conduce al circo de la laguna de la mosca, siguiendo el nacimiento del río Genil. Después del último resalte, las cascadas del juego de bolos, apareció la laguna, especialmente hermosa, de un agua color verde y azulado; rodeada del prado verde y las paredones negras del mulhacen y la alcazaba, en completa soledad. Busqué la sombra y me preparé algo de comer. Aparecieron unas cabras y después más montañeros. Pregunté a algunos por donde subir directamente a la alcazaba y subí hacia el collado de siete lagunas, con el atardecer rojizo detrás mio. Con la oscuridad y 14 horas de caminata me topé con lo más alto, la cumbre de la Alcazaba, 3378 m., con dolorcillo de cabeza, quizá del cansancio y de la altura . Desde aquí, todo alrededor, la silueta del Mulhacén al oeste, el abismo y la vereda de la estrella al norte; en el horizonte las luces de Granada y la linea rojiza del atardecer; al sur, las lomas hacia la alpujarra y las luces de la costa. Me acomodé en un hueco medio abrigado del viento, justo donde estaba un viejo cuaderno de notas de la cumbre. Me abrigé bien y me metí en el saco, empezaba a sentir el frío, comí algo y seguí disfrutando del cielo, más cerca de las estrellas.

circo de siete lagunas

El tercer día empezé la aventura y a buscar camino, siento predilección por los caminos menos trillados, con lo que pateé muchas piedras y conocí nuevos rincones, las lagunas del goterón y de vacares, y volví a atravesar por el collado de vacares a la vertiente norte, a los altos del Genil. Todo el día de manga larga para protegerme del sol implacable. En completa soledad por parajes salvajes, más o menos conocidos, dejandome llevar por la busqueda del mejor camino y de los pensamientos que van y vienen a velocidad tranquila o vertiginosa. Un flotar con los pies en las piedras.

ladera sur de alcazaba con el mar al fondo
Y bajando un rato más hacia la vereda de la estrella me encontré con una zona de peñascos y me acomodé en una especie de nido de aguilas, a disfrutar de nuevo del atardecer y las estrellas, con la imponente silueta de las caras nortes del Mulhacen y la Alcazaba y la profundidad del barranco del Genil.
El cuarto día seguí bajando por la ladera hacia el río Genil, buscándome la vida y encontrando por fin un buen camino cerca del barrano del Aceral, donde encontré agua para prepararme el desayuno en la puerta del refugio. En la cuesta de los presidiarios me encuentro con una pareja de personas bastante mayores, con quienes hablo un rato, me imagino que suben a ver unas ruinas de su pasado. Cruzando el río Genil retomo el camino principal de la vereda y empiezo a encontrarme bastante gente caminando. Entre robles, quejigos, encinas, castaños, codesos, arces y más vegetación llego al inicio, el barranco de San Juan. Y me doy un maravilloso baño en una poza del rio Genil, que corre frio y cristalino. Me encuentro con una pareja de gente conocida de Granada, con su bebé y su niña. Me imagino la próxima visita con mis niñas también, en este paraje de belleza sureña.


1 comentario:

  1. Es un placer leer esta vivencia montañera.....
    tan detallada y tan vivida!!

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