sábado, 3 de diciembre de 2011

madroños

madroño con frutos en el monte
Hoy comí madroños maduros con yogur de cabra y creo que esta mezcla ha sido la primera vez. Me encanta el madroño, es de mis árboles preferidos, me recuerda al maquis mediterráneo de Arroba, entremezclado con carrascas, quejigos, jaras, cantuesos y brezos. Es el monte que se extiende donde no se han plantado olivos, que llegan hasta lo alto de las morras. Ayer estuve con mi padre ordeñando (cogiendo con las manos) unos olivos nuestros de la zona de los Castillos para endulzar las aceitunas y de paso recogí unos pocos madroños, que están ahora en su esplendor. Por la tarde me pasé por la encina de la era de los martines y me llené los bolsillos de bellotas maduras. Y también llenamos unas bolsas de espinacas del huerto antes de que se helaran. Desde el pueblo el inminente colapso ecológico y económico se ve de otra manera porque estoy más apegado a la tierra, a lo que el campo y el monte ofrece. Tengo la inmensa suerte de haber nacido y seguir teniendo vínculos en un pueblo donde el autoabastecimiento ha sido la norma hasta hace bien poco. La familia de mi madre y de mi padre han vivido con el cereal que le daban las tierras que cultivaban, el aceite de los olivos, la leche y la carne de las cabras, los huevos de las gallinas y todo lo que daba la matanza del cerdo. Seguir apegado de esta manera a la tierra me da una dimensión de la vida.

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